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PUNTO DE VISTA

En fechas muy recientes se proyectó en varias salas de cine y llegó a miles de hogares a través de la Televisión un documental sobre un antiguo yate de lujo transformado en un barco de rescate de personas migrantes en el Mediterráneo, el Astral
En septiembre de 2015 las conciencias de las personas con buenos sentimientos se vieron golpeadas por la conmovedora imagen de un niño kurdo ahogado en una playa griega, al volcar la barca en la que su familia pretendió salvarlo de los horrores de la guerra. De ese niño sabemos que se llamaba Aylan Kurdi, de los otros setecientos niños muertos en similares circunstancias tras él, no conocemos sus nombres.
De vez en cuando surgen en los medios de comunicación, imágenes que recuerdan que, más allá de la realidad que atormenta a las poblaciones de los países europeos, hay otra aún más espantosa que obliga a millones de personas a dejar sus hogares, sus formas habituales de vida, sus países, para simplemente poder seguir viviendo.
Cuando esas imágenes impactan sobre las pantallas parece como si un mundo al que se quiere hacer desaparecer, se resistiese a cumplir el cruel designio de los poderosos de este planeta y resurgiese del fondo del mar en el que se le quiere hundir o de las arenas del desierto bajo las que se les quiere sepultar.
Armados de amor y la mejor voluntad acudimos en su socorro, pero la velocidad a la que el sistema que domina el mundo genera desesperación supera nuestra capacidad de reacción. Solo con solidaridad no podemos hacer frente a esta gigantesca sangría, es imprescindible dar un paso más allá que nos lleve a entender que en esta tragedia no hay un ellos y un nosotros, que en esta historia todos los seres humanos conjugamos la primera persona, porque cada barcaza que se hunde con su cargamento de personas esperanzadas, cada pueblo que ve un futuro de justicia alejarse entre endebles casitas de adobe en el más inhóspito de  los desiertos, es un paso más de la humanidad hacia la barbarie.
Salvar personas de una muerte cierta en el mar, acoger a quienes reclaman refugio, apoyar a quienes piden justicia, no es más que salvarnos de morir ahogados en el océano de inhumanidad en el que quieren transformar nuestras vidas.


                                                                          Anselmo Fariña

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